Llovía. Se despertó de golpe cuando un trueno rompió en el cielo. Se agarró más a las sabanas y sonrió: le encantaban este tipo de días, tan silenciosos, tan fríos Pero hacia mas frió de lo normal. Se incorporó con una sensación extraña en su interior, como si algo no fuera bien. Bajó de las cama y echó a caminar descalza.
No estaba en su casa, ni en su habitación. ¿Donde demonios estaba entonces?
Cautelosa y paso a paso, salió del cuarto, para dar a un pasillo demasiado infinito para que fuera real. De repente un miedo le recorrió el cuerpo, y se sintió vulnerable.
"Seguramente estaré en un sueño", pensó. "Todo es cosa de mi imaginación".
Envalentonada por esos pensamientos volvió al cuarto donde se había despertado, y vio con asombro como esta vez si era su cuarto, con todas sus cosas. No le dio mas importancia, pues seguro que estaba adormilada cuando se levantó.
Cogió su chaqueta y salió de nuevo, donde se encontró con su madre. Pero no era la misma: estaba como gris, caminando arrastrando los pies. La luz de sus ojos había muerto y su mirada estaba perdida.
-Mamá, mamá-decía ella.
Pero no obtuvo respuesta. Su madre pasó de largo, ajena a la llamada de su hija.
Dejando a su madre en casa, salió a la calle y lo que vio no le agradó. Había gente arremolinada entorno a la puerta de su casa, pero por alguna extraña razón nadie la veía. Bajó los escalones y pisó la calle, aun descalza. Vio de lejos a su padre, un hombre serio que ahora parecía viejo, como si un gran peso le hundiera poco a poco. Cerca de ella estaban sus amigos, que lloraban y algunos estaban con el gesto crispado.
La pregunta que martilleaba en su cabeza era la de "¿Qué esta pasando?"
Empezó a gritar los nombres de todos sus seres queridos, pero nadie la veía ni oía Como su madre en casa. Los gritos se amortiguaban con los gimoteos, la voz se le apagaba y las lagrimas se agolpaban en sus ojos peleando por salir. Caminaba perdida, con los pies sucios y el pelo mojado por la lluvia.
Decidió alejarse de la multitud, así qué empezó a correr como nunca. Al hacer un giro se resbaló y se cayó en la acera. Y se quedó así inmóvil llorando sin saber que ocurría. No supo cuanto tiempo se quedó tirada en el suelo hasta que se incorporó. Sus rodillas estaban ensangrentadas y algo le pinchaba en el pie: un trocito de cristal de un espejo que estaba abandonado en la acera.
Se aproximo a el, tambaleándose y se miró. Miró su cara triste, y su cuerpo, y sus ojos. Su pelo ahora era un cúmulo de enredos y la cara la tenía sucia.
Al principio no se dio cuenta, pero vio que su reflejo no hacía lo mismo que ella. Eso la asustó aun mas, y cuanto mas se alejaba, mas se distorsionaba la imagen. De pronto, una voz retumbó en su cabeza y vio como su propio reflejo movía los labios acorde las palabras.
-Eres patética, ¿no lo ves? Has causado dolor y preocupación a tu alrededor toda tu vida, pero hoy has conseguido lo que querías: que todo el mundo sea feliz.
Ella callaba, escuchando a ese reflejo maldito que no era de ella.
-No recuerdas nada, ¿verdad? Tu elegiste este camino, tu elegiste dejar el sufrimiento a un lado. Decidiste ser una cobarde. Y ahora, tienes tu merecido. ¿Quieres saber por qué nadie te ve? Ve, vuelve a tu casa, vuelve y observa. Asume tu realidad.
La figura refleja echó a reír deformándose mas y mas, hasta convertirse en una figura demasiado esquelética para ser humana.
Huyendo del lugar, volvió a su casa, como le había dicho su propio reflejo y buscó algo que le dijera el porqué de todo esto.
Subió a su casa, donde volvió a encontrarse con su madre. Seguida por el instinto dirigió su mirada hacia el baño. Poco a poco empujó la puerta hasta que la abrió y dio a la luz.
El grito que salió de su garganta la desgarró por dentro; la imagen era grotesca.
Se estaba viendo a ella misma, en el suelo, con sangre a su alrededor. El cuerpo estaba lleno de heridas, y a su lado, un bote de pastillas medio vacío, unas pastillas que ella conocía bien.
Se acercó a su propio cadáver, observando que su gesto era como si estuviera durmiendo.
-Y así ella murió. Como una cobarde por no poder aguantar la presión de una vida llena de complejos, llena de risas burlonas, llena de dolor y soledad.
Miró a su reflejo en el espejo del baño y sonrió. Así que esa figura esquelética era ella misma. Se había corrompido.
Sonrió a su macabro reflejo y después se tumbó al lado de su cadáver cerró los ojos y perdió la consciencia.
Ella, que era una luchadora había sucumbido al terror de vivir en soledad cuando no era así.
Dejaba dolor cada día con su existencia, y ahora había dejado tal dolor que nunca se olvidaría.
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