Siempre he pensado que el mundo se divide en dos clases de personas: las que están hechas para destacar y las que no.
Vas por la calle o incluso por tu entorno, y ves que todos aquellos amigos, conocidos o gente que ves por la calle cumple esa clasificación. Ves a una chica increíble, que llama la atención y que la gente, mas o menos disimuladamente, la mira, porque va por la calle llamando la atención.
En el trabajo, ves a esa persona que toma decisiones, es listo o lista, seguro o segura; personas decididas, personas capaz de dirigir algo y que todo llegue a buen termino.
Personas que están hechas para destacar por su belleza, su clase, su capaz de liderazgo. Y parece que lo tienen todo y todo lo hacen bien: buen estilo, cantan genial, tienen una sensibilidad especial. Todo perfecto.
Y luego te miras, y ves que ni eres alto, ni eres demasiado guapo, ni tienes dones--aparentemente--para liderar. Eres una persona que no destaca, una persona fantasma.
El ejemplo claro está en el instituto o en las facultades. Vayas a donde vayas siempre hay alguien que destaca, sea por lo que sea, y casualmente son los que esta sociedad ha estipulado que son los más "adecuados", los que tienen mejor planta. Son los números 1.
Son los números 1 de la sociedad porque aparentemente cumplen todo aquello que esta bien o que es lo que la gente demanda.
¿Alguien ha visto a un líder ejemplar feo, o con defectos? Los números 1 están libres de todo eso.
Para la gente fantasma, que somos el resto, es algo que hemos terminando--erróneamente--por asumir.
Poco a poco veo que los "números 1" son de plástico, creaciones, no son de verdad. Son tan artificiales como una máquina. (Se que generalizar esta mal, pero...)
Todos se fijan en esa chica número 1, que es perfecta, porque es bonita, es risueña, es divina, vaya. Y ellas se fijan en los chicos numeros 1, chicos "bohemios", independentes de todo (que luego son mas possers que otra cosa, pero bueno)
Y nadie se percata de la gente fantasma. Somos como quellos que trabajan en la sombra, que su trabajo se ve pero a ellos no. Nadie se acoradará de la mujer de Einstein, Mileva Marić, que diga lo que digan ciertos personajes, fue la que desarrolló casi todas las teorias del famoso físico, a las cuales el postuló la conclusión. Pero todos se acuerdan de el, de Einstein. Porque Einstein era el número 1 y su mujer era la persona fantasma.
A veces te da rabia y piensas: yo también quisiera haber nacido número 1. Pero otras veces piensas que ser de la gente fantasma no esta mal.
Cuando tienes que destacar, destacas, y cuando no, pues no. Puedes decidir cuando y cuanto quieres destacar.
Es como estar en dos planos diferentes de la realidad. La gente fantasma suele ser observadora, meticulosa, poco arriesgada normalmente y reservada. Mantiene sus dones bajo llave, como si fuera un tesoro de valor incalculable. No saben usas sus dones para destacar como los números 1 porque no son dones para ello.
Sus dones están para ayudar en la sombra y desgraciadamente muchas veces, cuando les tienen que reconocer algo, no lo hacen.
Pero esa persona fantasma sabe de sus dones, y los usa para hacer de su mundo algo mejor. Alguien que canta en solitario o para unos cuantos; esa persona voluntaria que se pasa tardes enteras visitando enfermos en los hospitales; esos que ayudan a defender el planeta; ese que pinta para dar un poco de color a la vida tan gris que tenemos últimamente: el que escribe un libro que jamás llegará a ser best seller pero que tiene un contenido mil veces mejor que los "best sellers" de hoy en día (Y todos sabemos a que saga me refiero); ese líder que ayuda a su gente sin alardear de su buena gestión.
Personas fantasmas que nos hacen a muchos viajar estando en silencio y con los ojos cerrados.
Los números 1 se ven, son personas publicas a las que se les aplaude cualquier acción.
Puede que la gente fantasma no sea jamas una número 1, ni salga en los medios, ni destaque ni todo el mundo la aplauda, pero una cosa es segura: son ellos, los fantasmas, los que disfrutan de cada minuto y hacen que su alrededor haga lo mismo. Ellos son los que hacen de este mundo gris y superficial algo con un poco de color.
domingo, 22 de junio de 2014
lunes, 9 de junio de 2014
Notas y partituras entre las paredes de un hospital.
Hace un año exactamente de todo. Cierro los ojos y lo que sentí hace un año vuelve a recorrerme la piel, el alma. Veo la sonrisa de mis padres, los ojos brillantes de mi madre, la alegría en la sonrisa de mi padre. Las caras felices de mis amigos, caras de orgullo. Los gestos de todos aquellos con los que compartí tantas horas mientras salía del pozo donde estaba sumida.
Mi propia cara al mirarme esa mañana tras la noticia, esa noticia que esperaba desde hacia tanto tiempo. Vi mi sonrisa, la verdadera, y como por primera vez en mucho tiempo, mi reflejo me devolvía una mirada de aceptación y no de asco y desprecio.
Esa misma tarde y, aunque parezca una estupidez, me comí el primer helado después de mucho tiempo sin remordimientos, sin pensar en nada. Ahora tocaba seguir poco a poco, todavía me quedaba mucho camino por recorrer.
Durante todo el transcurso (casi 4 años) de mi recuperación, una de las cosas que más me relajaba y me evadía del mundo era la música. Hasta aquí todo bien, todos los que me conocen saben lo importante que es para mi, lo que la música llega a hacerme sentir.
Pero ahora viene algo que me tiene bien callado.
Si hay algo que me de mucho corte es cantar en publico. Horror, pánico. Solo imaginarme tantos ojos mirándome, como si me estuvieran juzgando, me muero.
Por eso, las horas muertas, donde los pensamientos mas retorcidos hacían acopio en mi cabeza, las mataba escribiendo canciones. He de decir que yo, lo que es estudiar música, no he estudiado. Pero, ¿acaso hay que estudiar para hacer que una canción te erice la piel? a música es libertad, no atiende a normas; es improvisación, como la vida.
Si, no se cuantas tengo, pero ahí están, escondidas. Esas letras reflejan todo aquello que yo sentía en esa época: soledad, indiferencia, oscuridad, soledad, rechazo, incomprensión; dolor, mucho dolor.
En mi cabeza cada nota se colocaba en su lugar, y la letra encajaba a la perfección, creando melodías con un trasfondo un poco macabro. Un día me atreví a cantarlas con mi voz, y no con mi cabeza.
No os hacéis una idea de la liberación que era eso. Era como si mis sentimientos se transformaran en notas y que, cuando cantaba, me limpiaban el alma.
Día que estaba peor, día que escribía algo nuevo. Y así poco a poco fui recopilando canciones, notas que mi mente había construido, y que se han quedado impresas en papeles que hoy por hoy, están apartados en una carpeta.
He de reconocer que me da hasta un poco de corte abrir esa carpeta y leer todo aquello, sentir todas esas notas. Al fin y al cabo es un pasado lleno de oscuridad, donde lo ultimo que quería era vivir.
Pero creo que hoy es un buen día para hacer acopio de valor y abrir esa carpeta, y recordar que un día, yo fui todo eso, y que gracias a ello hoy soy quien soy.
Por eso, poco a poco voy cantando mas, me dejo ver, pero poco. Cantar es mostrarme tal y como soy, ser demasiado transparente para mi gusto. Pero a veces, ese secreto quieres mostrarlo, y yo quiero hacerlo.
Es uno de esos dones que son demasiado especiales para que todo el mundo los vea, y más para que la gente entienda el trasfondo de unas notas que fueron escritas entre las paredes de un hospital, hace un año.
Algún día me encantaría cantarlas para alguien, y que en ese momento todo se evapore a mi alrededor; alguien que tocase esas notas y que, junto con mi voz, entienda todo aquello y crear algo único, mágico.
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