martes, 11 de junio de 2013

Mi historia (II)

El otro día, le conté a mi madre la entrada que había publicado, la que contaba de forma bastante resumida, lo que había sido mi vida. Por un momento, ella se enfadó, diciendome que es algo que debería haberme callado, que cuanta menos gente lo supiera mejor. Pero le dije que no era justo ni para mi ni para nadie. 
Nadie se muestra tal y como es, por eso el mundo va como va. Todos fingimos ser quien no somos, mostrando una cara por el simple hecho de aparentar. 
Yo no puedo ser así. Es algo en mi el hecho de que me muestre tal y como soy, porque si quiero tener una relacion de cualquier tipo prefiero que se asiente sobre verdades verdaderas.
Eso le dije a mi madre, y cambió su enfado por comprensión. Sabía lo importante que era para mi publicar esa entrada, que todo el mundo supiera quien soy de verdad, mi realidad de cada día, todo lo que he peleado por llegar a donde estoy ahora. 

Después de hablar con ella, he visto que lo que conté el otro día es solo la superficie de una vida que tiene mucho mas que contar. 
Con todo el tema de la bulimia, me volví una persona desconfiada. Ese verano lo recuerdo como uno de los peores de mi vida; apenas salía de casa, y casi siempre estaba con la mirada ausente, sumida en una realidad falsa que había creado mi cabeza, un sitio donde yo me evadía y nada había ocurrido. 
Cuando llegó el primer día de universidad, estaba terriblemente nerviosa. Era empezar de nuevo, una oportunidad que me daban para empezar de 0, ser quien quería ser pero esta vez de verdad.
El caso es que no fue como yo hubiera deseado; me sentí sola. Todo el mundo se conocía, y el que no pues hablaba con facilidad, saludando y presentandose a todos. Yo es no puedo hacerlo, porque pensaba que iba a molestar, o a ser pesada o yo que se. 
Así que llegué en silencio y me fui en silencio. Nadie se fijó en mi. Iba a clase, como una más, y eso repercutió. 
Por lo menos en el instituto los ultimos años habían sido "buenos", porque tenía a mis amigos en clase, pero ahora estaba sola, sola de verdad. No hablar con nadie se estaba volviendo en mi contra. Mis padres empezaron a preocuparse otra vez, más mi padre que mi madre,porque mi madre pensaba que una vez superado yo no volvería a caer. Mi padre, en cambio, sabía que yo en el fondo lo estaba pasando realmente mal. Me conoce, porque soy como el de caracter y sabía que, detrás de esas palabras de "hoy en clase bien" "me llevo genial con mis compañeros", se ocultaba algo que no dejaba ver. 
El caso es que a los meses de empezar la universidad, caí de nuevo. Eran muchos golpes de golpe, valga la redundancia. Una vez a la semana ver a mis amigos no era suficiente, y para una vez que les veía lo ultimo que quería es que estuvieran pendientes de mi. 
Mi padre, un día sin decirme nada me dijo que tenía cita en el medico. Me crispé de tal manera que me negué a ir, pero al final pues terminé yendo. 
Al llegar, el medico me obligó a contarle que me pasaba y al final lo solté todo. Así que el medico me dijo que tenía que ir a terapia de grupo, al hospital, con una psicologa. 
Jamás me sentí mas humillada. Mi padre apoyaba la decisión, pero yo me volví como una loca. No quería estar en un grupo de ayuda, ni nada. Eso significaba que estaba enferma no fisicamente, sino mentalmente. 
El medico me dejó elegir, y yo en un principio dije que no, que ni loca me metería en un grupo de enfermos. Pasaron unas semanas, la cosa fue a peor. Entre examenes, que en la universidad las relaciones pues no eran como yo había pensado, y el estrés de callarme todo esto,  la cosa se descontroló otra vez. 
Una tarde de jueves, de la cual yo creo que nunca me voy a olvidar, mi madre me encontró en el baño, con la cara blanca y sudando. 
Mi madre se puso en lo peor, y yo no podía hacer otra cosa que mirarla. Lloré cuando me vio así. Quería desaparecer, todo menos que mi madre me viera así. 
No se me había ocurrido otra cosa que tomarme no se cuantos laxantes, y claro, estaba deshidratada y echa polvo. Mi madre entonces vio la magnitud del problema.
Sentí como mi madre me cogía y me abrazaba, como si fuera una niña pequeña y sentí su miedo. Mi madre tenía miedo por mi. Ahora habían sido laxantes, ¿qué sería lo próximo?
En ese estado se te pasan muchas cosas por la cabeza. Hubo un momento en el que me quise morir. No quería seguir viviendo, porque para llevar una vida de mierda...La desesperación que sentía había llegado a un extremo tal que rayaba la locura.
Llamó a mi padre y en seguida estuvo conmigo. Fue un fin de semana en el que estuve en la cama todos los días, sin apenas hablar y de comer mucho menos. 
Mis padres no entendian nada, y yo tampoco. Ya no estaba en el instituto, ya no tenía miedo de esos que se metían conmigo. ¿Por qué seguía haciendolo? 
Supongo que para sentirme mejor al mirarme al espejo. 
Después de ese fin de semana horrible, volví el lunes a clase aun con secuelas de haber estado mala, pero todo lo arreglaba con un "me duele el estomago, me ha sentado mal la comida".
Para más inri, mi madre estaba de cursos, trabajando, y eso implicaba estar sola en casa toda la tarde. Cada hora me llamaban mis abuelos, pendientes de mí, de si estaba bien. 
Me empecé a tener miedo, pánico hacia mi persona. Estaba autodestruyendome poco a poco, y yo empezaba a notarlo. Tenía mas ojeras de lo normal, no tenía ganas de reir. Descuidaba mi aspecto, y todo el mundo le veía como un enemigo potencial. 

Tomé una decisión: esto no podía seguir así. Quería ver a la Cactus que era antes en el espejo, no a una enferma que no ponía solución. 
Hablé con mis padres y les dije que probaría lo del grupo. 
El primer viernes que fui estaba nerviosisima. Todos se conocían ya, y yo llegaba con lo que podriamos llamar curso, empezado. 
Escuché historias increibles, y veía en los ojos de aquellas personas lo mismo que yo sentía. No estaba sola, no era la unica. Otras personas habían y estaban pasando por lo que yo. 
Eso me dio fuerza para cuando me tocó contar mi historia. Acabé llorando, y no sentí vergüenza, porque esas personas me miraban con una mirada tan inexpresiva como la mía, detras de la cual se escondía una persona como yo, con miedo.
Mi percepción del grupo fue cambiando de peor a mejor. Me gustaba estar allí, era un sitio donde podía ser yo, donde podía contar todo lo que me pasaba.
Claro que, tantos viernes desaparecida, la gente empezó a sospechar. Los viernes no salía y llegaba a casa tarde. ¿Dónde me metía?
Personas incluso se enfadaban conmigo porque no salía los viernes, porque siempre decía que "no me apetecía"
Excusas, excusas, excusas. Estaba harta de excusas, pero era mi salud la que estaba en juego.
Decidí por una vez en mi vida centrarme en mi, en lo que yo quería y en lo que era mejor para mí y no para los demás.
En el grupo me dí cuenta de que tenía pasión por ayudar a los demás. Quería dar la oportunidad a otras personas que, como yo, en un principio se negaban a recibir ayuda. Ayudar a hacerles ver que ellos valian tanto o más que los demás, que no estaban solos. 
Mi objetivo en la vida lo descubrí de una mala experiencia. Yo soy una persona que está para escuchar, no para ser escuchada. Estoy para ayudar, no para ser ayudada. Porque ese es mi don: ayudar y escuchar. 
Estuve 7 meses ininterrumpidos en el grupo, viernes tras viernes, superando todo lo que me estaba pasando. A medida que pasaban los meses, sentía que algo nuevo nacia en mi. 
Tanta rabia y tanto dolor acumulado se estaba disipando, me sentía mas fuerte. Tomé las riendas de mi vida, cambié mi realidad, y la hice mía. 
Aprendí que mis problemas no se solucionaban con vomitar la comida o no comer. Los problemas se resuelven afrontándolos, asumiendo que hay una dificultad y sabiendo que tu puedes superarla por muy difícil que sea.
Aprendí en que quien me quería iba a aceptarme tal y como era, siendo o no una enferma. Aprendí a que alejarse de la gente por una idea absurda de que molestas está mal. 
Aprendí que amar no está mal, pero no hay que hacer un mundo de esa persona. Aprendí a escuchar, no a oir. Aprendí a ser un poco mas tolerante con los demás, dejando de juzgar por la primera impresión. 
Porque yo, en el fondo, me habia llegado a convertir en todo eso que odiaba y despreciaba. Por eso me tenia tanto asco, porque de tanto odio recibido y tantos desprecios pasan factura y se apoderan de ti. 

Esto va por mis padres, que estuvieron ahí siempre. A mi madre, que tantos viernes me ha acompañado al hospital, por ayudarme esta tarde de un jueves cualquiera, cuando me vio medio muerta. 
A mi padre, porque a pesar de ser un sobreprotector, fue eso lo que me ayudó. Porque vio que aún era una niña pequeña en muchos aspectos, y una mujer dolida en otros. 
Por ellos soy una parte de lo que soy. Me han enseñado que si se quiere, se puede. Y que si me caigo van a estar ellos también ahí para levantarme y para decirme que pase lo que pase, ellos siempre van a estar ahí. Sea como sea, pase lo que me pase y me comporte como me comporte.
Se ganaron ver mi primera sonrisa verdadera despues de tanto dolor. A veces pillo a mis padres observándome  pendientes de como estoy, y les veo sonreír. Y eso es de las cosas mas bellas del mundo. 
De verdad.


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