miércoles, 5 de junio de 2013

Mi historia.

He vuelto a recuperar la inspiración hace unos días. Las buenas noticias te inspiran, te llenan y te hacen ver que existe una salida, una luz al final del túnel, un túnel en el que te veías atrapado, sin salida alguna, en completa oscuridad. 
Pero ahí estaba, esa luz me había cegado y por fin, después de tanto tiempo, me dijeron las tres palabras mas bonitas del mundo entero: "Estas completamente curada"
Ni un te quiero, ni un te echo de menos, no. Estas completamente curada. La gente que leerá esto y no me conozca demasiado se preguntará el porqué. 
Es algo que poco a poco he ido asumiendo como parte de mi vida, como un objetivo a superar cada mañana. Una forma de vida. 
La vida, cruel y traicionera, me ha tratado mal. Si, muy mal. Hubo unos años de mi vida en los que me veía sola, sin nadie que me hablara, sin nadie que quisiera ser mi amigo. Y, los que eran mis amigos, iban a institutos diferentes. 
Siendo la gordita de clase, la callada y la que era friki, era el centro de las burlas y comentarios. No podía salir a la calle tranquila, con miedo a cruzarme con las personas que tanto me señalaban todos los días. Ir al instituto era un calvario, un calvario que llevaba muy en silencio, tanto, que mis padres no sabían nada. Poco a poco fui conociendo a personas que eran tan señaladas como yo, por el simple hecho de ser diferentes. Así que terminamos por hacer un grupo lo que los guays del instituto consideraban "los apestados" De ahí nacieron amistades muy fuertes, como la mia con mi mejor amigo --camino de 8 años ya--. 
Y cuando te ves menos sola, y un poco mas protegida y segura, caes. Te hacen tropezar, y te hacen algo que te hace mas daño del que tu te creías. 
Cada día que pasaba me miraba en el espejo, analizandome con la mirada. 
¿Mis ojos? Horribles. ¿Mi cara redonda? Mas horrible aun. ¿Mi cuerpo? 
No tenía palabras para expresar la repugnancia que me daba mi cuerpo. Lo veía tan gordo, tan fofo y tan...grande. Tan feo. Tan poco delgado. Y cometí un gran error: relacioné mis problemas de relaciones sociales con mi fisico. La gente no se me acercaba y me trataba mal por mi cuerpo. Pues eso iba a cambiar.
A lo largo de un par de años fui dejando de comer poco a poco, de manera imperceptible, y la cosa se me fue de las manos. 
Conocí a un chico, uno fantastico, que me hizo creer que yo era especial. Después de tanto odio recibido, que alguien te quiera por como eres es algo que no te esperas y, claro, yo era una presa facil. 
En definitiva, me uso, me utilizó para bajarse un calentón momentaneo y luego me dejó tirada. No me conocía, no me saludaba y me borró de todos los sitios. 
Otra herida más, que se convirtió en otra mala idea.
Después de aquello me sentía la persona mas sucia del mundo: me habían quitado lo mas preciado de mí, algo que jamás podré recuperar. Ahora, ademas de repugnancia a mi cuerpo, no me podía ni mirar.  
Estaba destrozada, mentalmente y físicamente. Y tome una decisión.
La misma noche que le vi con otra, llegué a casa y comenzó mi tortura. Yo, que siempre era la defensora del "tienes que ser uno mismo y gustarte tal y como eres", había caido en las garras de la bulimia. Y todo porque tenía la absurda idea de que todos mis problemas venían por mi fisico. 
Conocí a mas chicos, todos unos mentirosos y unos canallas, que hicieron lo mismo: usarme. Yo era la "chica de paso". Me sentía como un despojo. ¿Es que nadie me veía? ¿Es que nadie me iba a querer o que? Por ahora, sigo con esa idea. Se me hace extraño pensar que alguien me pueda llegar a querer, o le pueda gustar. Es extraño. 

Poco a poco fui empeorando, hasta que un día mis padres me pillaron. Estuve desaparecida del mundo unos días, con una anemia de caballo, ingresada en el hospital. 
Cuando salí, decidí no contar nada a nadie. Intenté seguir con mi vida, pero cuando todo parecía ir bien, caía otra vez. Mis amigos se extrañaban de mis repentinos cambios de humor, de cuando sacaban ciertos temas yo me volvía arisca y huraña. Pero yo callaba, hasta hace unos meses, cuando no pude más.
Yo ya tenía mi grupo de amigos, ya no tenía miedo de esos idiotas que me señalaban y yo era feliz, pero esta noticia les pilló de sorpresa. Nadie se esperaba que yo, Cactus, había sido una debilucha, una de esas chicas que arreglan todo vomitando la comida, como si ese fuera su problema.
Pero ahí estaba, diciendole a las personas mas importantes de mi vida que yo era bulimica y que estaba en tratamiento. Por eso desaparecía por las tardes, por eso reaccionaba mal cuando un chico se me acercaba. Ahora todo tenía sentido. 

Jamás había llorado delante de mis mejores amigas, Petalo y Burbuja. Nunca. Pero esa noche lloré. Estaba hasta asustada. Era un monstruo, y muchas veces me hubiera encantado arrancarme la piel a tiras, solo por verme mas bonita. 

La bulimia fue algo en lo que jamás hubiera pensado en caer. Pero caí. Cada burla, cada vez que me señalaban, todo eso hacía mella poco a poco. Son heridas ya cerradas, pero aun queda la cicatriz, y es una marca que nunca se irá. Poco a poco lo va sabiendo mas gente, y es algo que cuento porque me apetece y veo el momento, como ahora.
Para mí, levantarme cada mañana y mirarme en el espejo sin sentir asco es algo muy importante, vital diria yo. 
He aceptado que soy como soy, y que no soy tan defectuosa como yo pensaba. Tengo mis virtudes y mis defectos, y mi cuerpo no es un defecto. Es mi cuerpo, y es bonito a su ma manera. No puedo pretender ser tan delgada como esas chicas que salen en la television o en las revistas, no. Soy como soy y me gusta como soy. 
Mis amigos han sido un apoyo inmenso en estos meses y han visto mi cambio de primera mano. A pesar de todo, me siguen vigilando, estando atentos por si vuelvo a hacer esa clase de tonterias, y yo, aunque les llamo pesados, se lo agradezco tanto que no se ni como expresarlo. 
Personas que se han enterado tarde y aun así me han dicho que se alegraban por mi, que estaban ahi por si les necesitaba; eso es mucho mas de lo que me merezco.

Os tengo que pedir perdon a todos, porque no debería haberme callado tanto tiempo, si no contaroslo desde el minuto uno, pero quien me conozca sabe que soy una persona reservada, que cuenta las cosas cuando siento que debo contarlas, no por obligación. 
Y, si no lo he contado hasta ahora, era por el miedo a ser dada de lado o por el hecho de que me miraran con ojos de pena, como si fuera una enferma andante. 

Estuve sola porque fue mi decisión; bastante daño había causado a mi alrededor para añadir una tortura más. Me alejé de aquellos a quien quiera, me alejé de la persona que guardaba en mi corazón. Me aislé. 
He llorado en la oscuridad noches y noches, y al día siguiente he tenido que fingir sonrisas. He tenido que aguantar comentarios, y he tenido que aguantar impertinencias de personas que no llegaron a entender mi estado. Esas personas veían a Cactus la bulimia  no a Cactus, una chica que, sin decir nada, gritaba hasta desagarrarse ayuda. 

Esta es mi historia, la historia de una vida que no deseo a nadie que la viva, pero que al in y al cabo, ha hecho de mi lo que soy ahora.
Por hoy, soy una persona feliz, segura, que ve la luz al final del tunel y que a pesar de que adora estar con sus amigos, ama aun la soledad, esa compañera que estuvo conmigo tantos años de silencio.

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