sábado, 18 de mayo de 2013

Un cactus con sentimientos.

Hace mucho que no escribo, y es que la vida, por unas cosas y por otras, no me deja vivir. Que ironía, eh. 
Hoy ha dado la casualidad de que no podía mas. Mi paciencia a tocado fondo y mi corazón ya empieza a no poder mas. 
Alguien que te quiere pretende cuidarte, pretende hacerte sentir bien y su objetivo es hacerte ver lo genial que eres. Alguien que te quiere no deja caer cosas que hacen daño, comentarios, frases y maneras que poco a poco te machacan y te van hundiendo.
Llegar ilusionada a un sitio, y que una persona que quieres te diga que espera que la proxima vez vayas mejor, que la puedes avergonzar. 
Que siendo como soy es normal que no guste a la gente, porque claro, deberia ser mas femenina. 
Si debo cambiar mi forma de ser, me dice...No. Hoy no. Ni hoy, ni mañana ni nunca.
Soy como soy, y si no te gusta no me mires, no me hables pero no hagas esos comentarios que tienen un tinte de crueldad muy poco propios de ti.
¿Donde esta esa persona que era mi amiga? ¿Donde se ha escondido? Ha desaparecido y me temo que no va a volver.
¿Como alguien que en un momento me miraba y me entendía, ahora me puede hacer tanto daño?
Ahora mismo me siento muy pequeña, y lo unico que quiero es meterme debajo de las sabanas y no salir. Solo quiero llorar y sentirme lo que soy, nadie en el mundo. 
No entiendo porque la gente se dedica a hacerme daño de esta manera, sin motivos. Cuando yo siempre me he portado bien con esa persona, cuando siempre he estado ahí, a la hora y en el momento que fuera. ¿Que ha pasado para que me odies tanto?
Porque parece que estabas esperando el momento en el que yo dejase de estar tan hundida para atacar, para soltar todo lo que te habias callado en estos años. 
¿Por qué?

lunes, 6 de mayo de 2013

Solas somos fuertes, juntas somos invencibles.

Muchas veces la gente me pregunta porqué me llamo Buttercup. Les cuento la historia de que, un día de hace ya un tiempo, tres chicas decidieron llamarse así. Fue el punto de partida de algo nuevo, ya que dos de ellas descubrieron la verdad de todo, se comprendieron y entendieron que muchas veces las apariencias engañan. La tercera, amiga de las dos, se alegró muchísimo.
Esa noche, una de ellas no podia dejar de sonreir. No se lo creía, pero tenía un grupo de amigas. Dos amigas, dos personas con las que podía contar a partir de ahora, que serían capaz de aguantar a veces esos ataques estupidos de mal humor, o esas malas contestaciones o todo lo malo que ella podría desprender.
Dejó de sentirse tan sola en el mundo, porque vio que dos personas eran capaces de ver más allá de las apariencias.
Esa chica, era yo. Buttercup, Cactus. Por primera vez vi dos amigas, dos hermanas. 
Acabo de sonreir al escribir la palabra "hermanas". Y es que lo son. Es como si las tuviera al lado, aquí, junto a mi.
Con Pétalo las cosas empezaron mal, para que mentir. Las dos, de carácter fuerte, chocamos enseguida, pero aún me pregunto porqué no nos paramos y decidimos ver lo que teníamos en común, lo bueno de cada una. Tardamos demasiado tiempo en hacerlo, ya hora me arrepiento de haber esperado un par de años. Porque, esa noche de verano, cuando Cactus y Pétalo se reconocieron por primera vez, todo cambió para mí. Tenía a mi hermana al lado, y no le había dado la oportunidad de acercarse. 
Y fijate ahora. Tan distintas, tan temperamentales las dos, pero es de las personas que mas me entiende en el mundo. Es capaz de, con solo mirarme, saber lo que me pasa. 
Es capaz de hacer todo lo que se propone, y si quiere algo, lo consigue. Porque es, simplemente Pétalo. Y lo que Pétalo quiere, lo consigue. 
Con Burbuja las cosas fueron diferentes. El día que nos conocimos fue el día que congeniamos. Fue como una pieza de un puzzle que encuentra a otra y encajan. Al poco tiempo la amistad estaba bien formada y bien asentada. Burbuja, la persona mas risueña que conozco, la que si se tiene que enfadar contigo, se enfada para hacerte entrar en razón (Y que no se junte con Pétalo, que si no forman un terremoto) La que sin palabras me hablo, que me pone en mi sitio muchas veces. Que ha estado siempre ahí, y que "si hay que partir las piernas a alguien, se las parto".

Tenemos cada una nuestro carácter  nuestra personalidad, pero unas se compensan con otras y entre las tres creamos algo que nadie es capaz de entender. Como un secreto que solo sabemos las tres, como algo que la gente mira con envidia. Algo solo nuestro.
Cada una hemos aprendido a ser fuertes solas, a afrontar nuestros problemas sin miedo porque sabemos que, si nos caemos, van a estar las otras dos para sujetarnos. 
Recuerdo su preocupación cuando pasé esa temporada tan horrible, vi como se preocupaban de verdad, y es cuando supe que, a pesar de todo, estábamos destinadas a eso, a ser hermanas. 
De ellas quiero aprender esa tenacidad, ese carácter de "si quiero, puedo". He aprendido a que hasta las chicas mas duran lloran, que cuando te sientes sola no lo estás, que están tus hermanas para lo que necesites, sea la hora que sea, y el día que sea; que tener sueños no es malo, que una es como es y hay que quererse tal y como eres; que no hay que tener miedo a enamorarse porque están seguras de que hay alguien por ahí tan perdido como yo. Y que no hay que tener miedo a vivir, porque es lo más bonito del mundo.

Tenemos nuestros pros y nuestras contras, pero a mi me da igual.Yo se lo mucho que las quiero, lo mucho que las guardo en mi pequeño corazoncito, y lo mucho que son para mí.
Ellas no lo saben, aunque creo que ahora lo van a saber. 
Si, son de lo mejor que me ha pasado en mi vida. Y, le joda a quien le joda, ellas son mis mejores amigas, mis hermanas de sangre diferente. 
Son parte de mi vida, y una muy importante además.



Te quiero Pétalo. Te quiero Burbuja.


domingo, 5 de mayo de 2013

La carta del alma.

Hoy, no se porqué, me he acordado de ti. No se, me he levantado y me ha venido tu nombre a la cabeza. No le he dado mucha importancia, pero me he preguntado porqué has aparecido en mi cabeza.
Tengo muy claro que todo terminó, pero a veces, dias como hoy, me da por recordar. Sonrío cuando recuerdo las tonterías que me contabas, o incluso me pongo seria pensando en todo lo que nos dijimos para hacernos daño. 
He pensado en ti, si. 
Hace un tiempo me hubiera puesto como loca, riéndome con esa risa tonta de enamorada, con esos ojos brillantes y con esa locuacidad estúpida que me salía cuando hablaba contigo. Hoy solo he sonreído  Y en el fondo me ha dado hasta pena. ¿Sonrío porque te echo de menos o porque echo de menos lo que había entre los dos?
Se que estas ahí, pero no de la misma forma. Eso lo decidí yo y es algo de lo que hoy en día no me arrepiento. Si lo hice fue por mi bien, por mi felicidad. Claro, que, ahora que lo pienso, ahora estoy así de feliz porque me quité otra felicidad. Una felicidad llena a otra. 
Examino lo que siento, pero no veo rastro de ese amor que guardaba solo para ti. Me da pena no verlo, porque creo que jamás sentiré lo mismo por nadie. Fue algo increíble  fuerte, incluso mágico. 
Me diste una felicidad que nadie me llegó a dar. Una felicidad que a veces, como hoy, la extraño. 
Sonrío cuando veo tu cara en mi cabeza, porque recuerdo con cariño todos esos años. Fuiste el primero en todo y eso es algo que, pese a quien le pese, será así. 
Me acuerdo como algunas personas me tenían envidia, o las caía mal por el hecho de que tu me hablaras. Pero yo no te buscaba, eras tú el que me buscabas a mí.
Recuerdo tus palabras, todo lo que aprendí, todo lo grande y especial que me hiciste sentir pero solo es eso, un recuerdo, un bonito y cálido recuerdo que me hace ver que una vez alguien se pudo enamorar de mí; y que si alguien vio todo lo bueno en mi, otra persona lo podrá ver.
Por eso no te guardo rencor, ni odio, ni nada. Solo te doy las gracias porque me hiciste ver que yo existía.



sábado, 4 de mayo de 2013

Y entonces, despertó.

Ella siempre ha sido diferente a los demás. Siempre se ha visto diferente. Se preguntaba una y otra vez porqué no podía ver. La gente que la rodeaba veía, era consciente de su realidad, pero ella por más que lo intentaba, no. 
Negaba que tuviera problemas, negaba que estuviera en el filo de la navaja, a punto de caer a un abismo que no tenía fondo.
La gente se burlaba de ella cuando se daban cuenta de que ella no veía. Cada día, ella se preguntaba porqué su existencia era tan penosa, tan frustrarte. Ella solo quería ser como los demás. 
Una noche, cerró los ojos y pidió en secreto ver, ver para entender al mundo. 
A la mañana siguiente, se despertó y observó que veía. Era como los demás y su sueño se había cumplido. Ya había conseguido lo que quería, ¿no?
Salió a la calle, se mezcló entre la gente y para su sorpresa, comenzaba a congeniar. Al principio eso le gustó. Por fin había llegado su momento. 
De repente conoció a un chico. Le parecía interesante, y se envalentonó a conocerle. Pero, cuando quiso ver más allá de su preciosa sonrisa y sus palabras, no lo consiguió. Lo intentaba una y otra vez pero no llegaba a ver el alma de la persona. 
"¿Qué me está pasando?", se preguntaba. "¿Por qué no puedo...ver?
Y entonces, despertó. Se dio cuenta de que lo que había pedido como ver en realidad era cegarse la vista, para no sentir dolor, para dejarse llevar por la apariencia, sin que importe lo de dentro, para no sentirse sola en el mundo.
Pero, ¿de que servía estar ciega y rodeada si no podías llegar a conocer a nadie?
Esa noche, mientras miraba la luna, cerró lo ojos y pidió volver a ver como antes. Ella logró entender que lo que la gente hace no es ver, si no mirar. Miran y se quedan en la superficie, no se detienen a ver a la persona, a bucear en su alma y en su mente, en ver sus miedos y sus alegrías. En sentir en su piel los sentimientos del otro. 
Se asombró a si misma cuando le abordó la idea de que es mejor estar sola y ver, que estar rodeada y solo mirar. 
Después de todo lo que había pedido, como una niña caprichosa; después de haber sentido todo lo sentido, ella así lo prefería.
Prefería sentir de verdad a sentir una ilusión efímera de felicidad. Aunque eso en ocasiones le pudiera causar dolor.


Sonriendo y dejando que cayera una pequeña lágrima rebelde, llegó a la conclusión de que muchos son los que miran y pocos son los que ven. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Marina.

Había una vez una niña llamada Marina. Era pequeña, delgadita y un poco alocada. Un día, Marina se puso enferma y dejé de saber de ella. 
Por razones que desconozco, la vida nos volvió a juntar entre las paredes de un hospital. Las dos nos estabamos curando y eso era bueno.
Todos los días que tenía que subir después me pasaba a verla. La veía pues como cualquier niña, riéndose con las carantoñas de su padre, sonriendo cuando su madre la acariciaba la cara. 
Cuando llegaba siempre gritaba mi nombre, con un salero poco propio de una niña de 10 años. Estaba con ella el tiempo que podía; me contaba sus cosas, como otro niño le gustaba, lo que había hecho durante la semana...Y yo la escuchaba con agrado, porque me gustaba estar con ella.
Un día se me ocurrió inventarme una historia para contársela, pero resultó que la gustó más de lo que me esperaba, y se convirtió en "el cuento semanal de Buttercup".
Otras veces, cuando me veía me decía: "Vamos a ver, tu eres una chica mayor. Menos estar aquí y más con el novio"
Intentaba ser mi pequeña carabina, como un cupido que intentaba volar y no podía. 
Poco a poco, Marina fue mejorando, y sus padres estaban muy felices. Yo, también.
Pero, hace un mes, fui a verla como siempre, pero todo fue distinto. No me dejaron pasar: Marina estaba malita. Hablé con sus padres y me dijeron que al día siguiente estaría bien. Subí al día siguiente, nada. 
Esperé una semana, pendiente de si su madre me llamaba con buenas noticias. Al ver que no recibía tal llamada, cuando salí de mi grupo fui a verla. Pero tampoco había suerte. Vi la preocupación en la cara de sus padres, que tanto habían luchado por su pequeña, y no pude evitar que esa preocupación me contagiara. 

Ayer por la noche quede con mis amigos. Una tarde increible. Llegué a casa y sobre las 12:30 recibí una llamada: Marina estaba emperoando muchísimo, hasta tal punto que su vida pendía de un hilo. 
No lo dude; me vestí y me fui al hospital. Me daba igual la hora, me daba igual el frío. Mi pequeña me necesitaba. 
Cuando llegué vi a sus padres. Jamás un abrazo había sido tan cálido y fuerte. Estaba asustada, porque nadie nos decía nada. 
Pasaron las horas, sin ninguna noticia. Yo era optimista, pero resultó ser inutil.
Una sonrisa se apagó está madrugada, y el cielo se volvió un poquito más negro. Mi pequeña Marina ya no estaba, y yo ni me pude despedir. 
Era una niña valiente, fuerte, decidida a vivir. Pero el mundo pudo con ella.
Me sentí impotente en ese momento, porque no podía hacer nada para cambiar lo que había sucedido. Así que me fui a mi casa, y me metí en mi cama. Pensé en Marina, en su cara, en todo lo que había aprendido. 

Esta noche no he dormido nada. Y es que la echo mucho de menos.
Adios, mi pequeña. Se que serás muy feliz allá donde estes.