sábado, 4 de mayo de 2013

Y entonces, despertó.

Ella siempre ha sido diferente a los demás. Siempre se ha visto diferente. Se preguntaba una y otra vez porqué no podía ver. La gente que la rodeaba veía, era consciente de su realidad, pero ella por más que lo intentaba, no. 
Negaba que tuviera problemas, negaba que estuviera en el filo de la navaja, a punto de caer a un abismo que no tenía fondo.
La gente se burlaba de ella cuando se daban cuenta de que ella no veía. Cada día, ella se preguntaba porqué su existencia era tan penosa, tan frustrarte. Ella solo quería ser como los demás. 
Una noche, cerró los ojos y pidió en secreto ver, ver para entender al mundo. 
A la mañana siguiente, se despertó y observó que veía. Era como los demás y su sueño se había cumplido. Ya había conseguido lo que quería, ¿no?
Salió a la calle, se mezcló entre la gente y para su sorpresa, comenzaba a congeniar. Al principio eso le gustó. Por fin había llegado su momento. 
De repente conoció a un chico. Le parecía interesante, y se envalentonó a conocerle. Pero, cuando quiso ver más allá de su preciosa sonrisa y sus palabras, no lo consiguió. Lo intentaba una y otra vez pero no llegaba a ver el alma de la persona. 
"¿Qué me está pasando?", se preguntaba. "¿Por qué no puedo...ver?
Y entonces, despertó. Se dio cuenta de que lo que había pedido como ver en realidad era cegarse la vista, para no sentir dolor, para dejarse llevar por la apariencia, sin que importe lo de dentro, para no sentirse sola en el mundo.
Pero, ¿de que servía estar ciega y rodeada si no podías llegar a conocer a nadie?
Esa noche, mientras miraba la luna, cerró lo ojos y pidió volver a ver como antes. Ella logró entender que lo que la gente hace no es ver, si no mirar. Miran y se quedan en la superficie, no se detienen a ver a la persona, a bucear en su alma y en su mente, en ver sus miedos y sus alegrías. En sentir en su piel los sentimientos del otro. 
Se asombró a si misma cuando le abordó la idea de que es mejor estar sola y ver, que estar rodeada y solo mirar. 
Después de todo lo que había pedido, como una niña caprichosa; después de haber sentido todo lo sentido, ella así lo prefería.
Prefería sentir de verdad a sentir una ilusión efímera de felicidad. Aunque eso en ocasiones le pudiera causar dolor.


Sonriendo y dejando que cayera una pequeña lágrima rebelde, llegó a la conclusión de que muchos son los que miran y pocos son los que ven. 

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